lunes, 15 de agosto de 2011

LA NOCHE DEL DÍA MENOS PENSADO.- HÉCTOR GALMÉS



Viernes 16.11.2007, 18:34 hs. | Montevideo, Uruguay
EL PAÍS DIGITAL
CULTURA

Libro póstumo de Héctor Galmés
Una lección de vida

CARINA BLIXEN

EMPEZÓ a estudiar alemán en el tren que lo llevaba a dar clases de literatura en San Ramón. Eligió ese destino cuando en 1956 ganó el concurso que le permitió ejercer la docencia en Enseñanza Media. Después de ocho años de viajar asiduamente se quedó a trabajar en Montevideo, donde siguió estudiando alemán. En 1968 obtuvo una beca para perfeccionar el idioma: durante siete semanas estudió diez horas diarias. Después se dispuso a traducir La metamorfosis de Franz Kafka. La anécdota dice mucho del temple y la pasión por el estudio de Héctor Galmés (1933-1986), riguroso traductor del alemán, profesor entrañable, creador de un mundo de ficción imprescindible y de algunos cuentos notables.

Enseñó literatura española en el Instituto de Profesores Artigas: sus clases, a fines de los años setenta, fueron un remanso de humanidad ilustrada. Sabía mucho, mucho más de lo que decía. Percibirlo, aunque suene paradójico, era en sí un hecho educativo. Vía sumario y/o exilio los profesores de la "edad dorada" del IPA ya no estaban. Buena parte de los que quedaron fueron apurados aprendices que habían leído mal o demasiado rápido la clase que tenían que dar. Unos pocos estaban allí por amor a la disciplina que habían elegido. Galmés era tímido, también en sus clases. Sus alumnos de aquellos años, muy cansados, con poquísimas lecturas, le sacaron menos jugo de lo que podía dar. Pero si un alumno despierto y cebado por el libro recién terminado empezaba a tirar del hilo a alguna de las pasiones de Galmés -Cervantes, el Arcipreste de Hita, El lazarillo de Tormes, La Celestina- su sabiduría mansa y segura fluía. Aunque resulte fácil la comparación con El Quijote, Galmés tenía hidalguía: una generosidad en la entrega que era en esos años, y sigue siendo hoy, de otro mundo.

PERSISTENCIAS Y ANTICIPACIONES. Su amigo desde la juventud, el escritor Alejandro Paternain, contó que esperaba que Galmés diera un poeta. Sin embargo, dejó solo narraciones, atravesadas por la sensibilidad y la actitud propias de la poesía. Su disposición reflexiva lo llevó a construir una visión dolida de un universo en decadencia, a desarrollar un pensamiento del margen que explora las zonas de contacto con la locura y la muerte.

Más jóvenes que el grueso de los integrantes de la Generación del 45, Galmés y Paternain compartieron los mismos maestros que sus antecesores. Asistieron a clases de Roberto Ibáñez, Paco Espínola y José Bergamín. A partir de la visión de la Generación del 45 que denunció la crisis, Galmés dio un paso hacia una mirada más metafísica y catastrófica. En sus novelas aflojó los lazos del realismo ciudadano; tentó el símbolo, la metáfora, el desvío, la magia. En sus cuentos, soltó las amarras de la normalidad y se lanzó a explorar la locura, la extrañeza, lo imposible.

Su primera novela Necrocosmos (1971) miró con agudeza y valor su entorno. Desde el comienzo la narración instala el dilema de irse o quedarse en un país sin perspectivas y cada vez más autoritario, con una sociedad violenta donde se persigue a la gente y se la encierra. El narrador, un "pintor de la desolación", crea una entidad que llama "el Cambrón" para aludir a las fuerzas destructivas que se están apoderando de la sociedad uruguaya. "Por el Cambrón. Dejaron que creciera y ahora le temen al fuego que saldrá de él. Se huye de uno mismo, del hombre que no hizo nada, de la mujer que se cruzó de brazos mirando cómo crecía el Cambrón (…) Hay que mandarse mudar para borrar la culpa. Destierro voluntario. Entierro, diría yo…".

Los personajes de la novela son intelectuales herederos de una interpretación del país que no transformaron. Pertenecen a una clase media con aspiraciones artísticas y ninguna capacidad para cambiarse a sí misma y a su entorno. Trasmiten la imagen de una sociedad detenida y en ruinas. Las alternativas se plantean entre huir y aguantar. Los que son capaces de moverse, se van. El narrador explicita su acusación contra "nuestra generación que se pasó el tiempo cuidando un fruto que al final terminaría por pudrírsele en la rama". Plantea en clave bíblica, a partir de la historia de Abimeleq (Capítulo IX del Libro de los Jueces), la desaforada lucha por el poder desatada en nuestra sociedad a fines de los sesenta y comienzos de los setenta.

Es posible señalar en los personajes intelectuales de la obra de Galmés una acentuación negativa de algunos rasgos -pasividad, hipercriticismo- configurados en un modelo anterior. Pero vale la pena destacar que desde su primera novela Galmés mostró paralelamente una gran agudeza para descubrir cambios de la sensibilidad social que solo años más tarde, en la posdictadura, se hicieron claramente visibles. Necrocosmos pone en escena grupos de fe alternativos al catolicismo tradicional a través de personajes secundarios y de referencias culturales amplísimas (los "Nethinim", los "kaloikagatoi", "la Biblia del Demonio"). Parece actualísima la crítica del narrador a la noción de instalación en las artes plásticas o su cuestionamiento del fetichismo del libro. Insiste en la importancia del conocimiento transmitido oralmente y denuncia la ingenuidad de considerar el formato del libro como fuente en sí de sabiduría.

La segunda novela de Galmés, Las calandrias griegas (1977) es más débil que la primera: los diálogos muy ingeniosos de sus protagonistas agobian un poco. Sin embargo es posible señalar también la presencia de rasgos que se desarrollarán a posteriori. La trama estructurada en los siete días de la semana tiene elementos de intriga del policial manejados con la libertad que fue habitual en la narrativa de género reivindicada en los ochenta y noventa. Adonis, el protagonista, asume en determinado momento la pose del justiciero o vengador.

No tiene demasiado sentido jugar a los adelantados con la literatura, pero sí vale la pena anotar que, con su aire distraído, Galmés veía mucho, por eso sus obras son imprescindibles para entender los cuarenta últimos años de la cultura uruguaya.

SIMULACIÓN, DESDOBLAMIENTO, LOCURA. El epígrafe de Las calandrias griegas es una cita de Apuleyo que adelanta los temas del simulacro ("Nada de lo que miraba en aquella ciudad me parecía que era realmente lo que aparentaba ser") y la espera del "oráculo". En la novela, el tema "clásico" de las apariencias se manifiesta a partir del juego irónico con una escena publicitaria de la pareja feliz. Publicada en 1977, en dictadura "plena", la narración hace visible cómo el retraimiento de la cultura deja el espacio a la publicidad, al slogan que promociona algún producto e insiste en el lugar común y la imagen convencional. Al mismo tiempo, el miedo, la sospecha y la violencia corroen las vidas de los personajes.

Un recorrido por la obra de Galmés en conjunto permite apreciar cómo maduraba los temas a lo largo de los años. Así como en Necrocosmos aparecía una primera versión del cuento "La infancia de Adán", reescrito y publicado en La noche del día menos pensado (1981), en Las calandrias griegas aparecen las primeras figuraciones de la imagen del "sosías", recogido como cuento en La siesta del burro/ Sosías, libro editado en 2006. Cuenta Heber Raviolo en el prólogo que Galmés no se lo entregó cuando preparó los doce cuentos que integraron La noche del día menos pensado, publicado en 1981 y cuya carátula, que reproduce un cuadro de Galmés, alude al tema. Fechado en 1965, fue el primer cuento que escribió Galmés. En el prólogo que Tomás de Mattos escribiera para la segunda edición de Las calandrias griegas (1984) señalaba que la contradicción entre el "yo esencial" y las "cosas añadidas" ("el ser alguien: esa muletilla infernal que te obligan a usar desde la infancia") encuentra "estupenda fabulación en el cuento que se proyecta sobre la comercialización de Sosías por la `Teseo Ltda.`, cuyos slogans serían: `lo sacamos del laberinto cotidiano para que Ud. goce de la vida` o `su sosías trabaja mientras usted descansa`".

"Sosías" se integra notablemente por su calidad y su tema a los relatos reunidos en La noche del día menos pensado (1981). El título del libro, tomado de uno de los cuentos, ironiza como en el caso de "Las calandrias griegas" sobre una frase hecha. Mercedes Estramil llamó la atención sobre las distintas formas del doble en la obra de Galmés. Los siameses del cuento "El hermano" plantean también el problema de la presencia de lo monstruoso. Es una de las manifestaciones del problema ético y filosófico de los límites de lo humano. Los hermanos siameses, ya mayores, no eligen vivir en un circo para ocultarse, sino para tener la oportunidad de la plenitud. Su madre y su vida "normal" los oculta y sofoca.

El temor y la ocasión de la locura es otra exploración en los bordes. En "El malacara" el protagonista, Don Pedro, es un viudo que no acepta la muerte de su caballo y decide embalsamarlo. Don Pedro ejerce una autoridad absoluta en su pequeño feudo. Al negar la muerte a su caballo realiza un gesto despótico que desafía a Dios. Esa es la forma de su locura. Sin embargo, Don Pedro es capaz de lucidez, de darse cuenta de que ha mandado crear un espantajo, un zombie, un muerto-vivo que no puede eludir la carcoma y la pudrición. El final carnavalesco resuelve con eficacia, por el grotesco, la situación planteada en el cuento.

"…hasta que se olvidó de sí mismo": es el estupendo final de "El puente romano". El miedo, la arrogancia, la desconfianza del capitán lo llevan a equivocarse. Su persistencia en querer entender, el no admitir la existencia de fronteras no visibles lo lleva a caminar una y otra vez por el puente como un enajenado. "El inimaginable juego de Hermógenes" muestra posibilidades de desarrollo del tema. El Dr. B, interrogado por los nazis, encerrado en una habitación "en donde no había más que una ventana que daba a un muro" llega a la "esquizofrenia artificial" de jugar contra sí mismo al ajedrez para evitar la locura. El otro motivo está vinculado a la historia de Tristán e Isolda y plantea lo difícil que es "jugar al ajedrez" y "hacer gran fiesta" como hacían ellos antes de tomar el brebaje de amor que los haría interrumpir la partida. Ante el peligro de la total alienación, crearla artificialmente en situaciones extremas como lo fueron las cárceles de la dictadura, pudo ser una forma de mantener la cordura. Por otro lado, perder la dimensión del juego en la vida cotidiana, tomárselo definitivamente en serio, es otra forma de desequilibrio.

Sus cuentos cruzan también otros umbrales: en "El maná" el narrador mantiene la ambigüedad de una descripción que remite al vértigo del orgasmo y plantea la posibilidad del retorno a un estado de inocencia; en "La noche del día menos pensado" el fenómeno de la transmigración de las almas metaforiza el deseo de ser otro y habitar tiempos diversos.

DOS NOVELAS FINALES. Enfermo, sabiendo que se moría, en los últimos tres años de su vida, Galmés escribió dos novelas. En el prólogo a la edición de La siesta del burro/ Sosías, Heber Raviolo cuenta que Galmés le entregó una primera versión en 1982 y que "ni él ni yo estuvimos conformes con el resultado". Del trabajo de reescritura surgieron dos obras "perfectamente diferenciadas": Final en borrador publicada en 1985 y La siesta del burro, editada en 2006 con el cuento "Sosías". Raviolo anota varias diferencias entre las novelas, entre ellas, la ausencia del tema del cine en La siesta del burro, central en Final en borrador. Concluye: "En fin, Final en borrador es mucho más barroca que La siesta del burro y, sin duda, mucho más personal. La siesta nos recuerda en buena medida al mundo de sus cuentos, donde todo, hasta los temas más complejos, parece organizarse en estructuras de una serenidad clásica".

Lucía Bruzzoni, profesora de literatura que fue alumna de Galmés, le rindió homenaje en el congreso de APLU (Asociación de profesores de literatura del Uruguay) de mayo de 2007 con un trabajo sobre "Final en borrador o las puertitas del señor López". Señala el paralelismo entre el López de la novela de Galmés y el de la famosa historieta argentina del dibujante Horacio Altuna y el guionista Carlos Trillo, de enorme éxito durante la dictadura. El protagonista de la historieta es un anónimo empleado, "feo, bajo, casado con una gorda arpía, enamorado de una joven compañera de oficina", que consigue atravesando la puerta de cualquier baño meterse en un mundo fantástico (Enciclopedia Libre Universal en Español). Dice Bruzzoni: "Para tolerar la vida cotidiana que se vuelve a veces insoportable, Atilio "Macoco" López, Lopecito, recurre igual que Alonso Quijano, a la imaginación; en el ómnibus, en las salas de espera, en una reunión aburrida… elige escenas que se ajustan al guión de su película".

Desde el comienzo la novela establece la contraposición entre López, infeliz, timorato, controlado por su madre y sus hermanas y Julián, el rufián, el aventurero, el que todo lo puede y agobia a López con los maravillosos cuentos de un abuelo pobre y todopoderoso. La previsible oposición en la construcción de los personajes está sutilmente matizada por momentos de fragilidad de Julián y de determinación de López. La narración permite dudar sobre si Julián existe o es una invención de López. Un tercer relator, Toto, el intelectual, alter ego de Galmés (era un apelativo usado por sus amigos), que escucha a López porque le interesa llegar a Julián, complica el juego de perspectivas de la narración.

Desde Necrocosmos, ubicada en un tiempo anterior a la dictadura, pasando por Las calandrias griegas, Final en borrador y ésta última La siesta del burro, las novelas de Galmés trazan una parábola de la violencia y el autoritarismo. En la última crea un lugar imaginario, Colodra, "que es lo mismo que decir el culo del mundo" dice un personaje. Está ubicado en un tiempo histórico deliberadamente anacrónico, al mismo tiempo en que alude directamente al golpe de Estado y sus consecuencias. Recupera con buen oído el lenguaje de la dictadura. Son frecuentes las menciones a la "subversión". "Las cosas andan mal en la capital. Detenciones en masa. Muertes y más muertes", dice otro personaje. Colodra es "metátesis" de Colorado, explica el narrador ganado por el profesor.

El héroe, el general Bernal Ortega, reúne rasgos de Artigas. Fue derrotado desde el punto de vista militar, no político: "…todo obedecía a un plan magistral cuidadosamente elaborado por los asesores extranjeros del gobierno, el cual, teniendo bajo control los medios de información, hubiera podido destruir la imagen del enemigo de la patria que fomentaba la sedición y la anarquía atribuyéndole toda clase de crímenes y negociados, cargando las tintas de la leyenda negra que los libelistas hacían circular entre la oligarquía, la pequeña burguesía satisfecha y, especialmente, entre el pueblo que había perdido las esperanzas de ver entrar en triunfo a Bernal Ortega por las puertas de la capital, dispuesto a aplicar el estatuto revolucionario". Al comienzo de la narración el protagonista, Estévez, dice su deseo de que vuelva su hijo. El lector recibe el golpe y se instala en la incertidumbre: huido, desaparecido, exiliado, escondido, piensa.

Cada obra de Galmés establece un diálogo con el conjunto de su creación. En La siesta del burro aparece de nuevo el circo de Salustio y sus personajes, que ya estaba en Final en borrador, y en sentido general remite a la imagen del circo y la situación de lo monstruoso en la vida cotidiana. Su última novela mantiene el culto al humor y la amistad, un sentido romántico del amor y acentúa recursos propios del realismo mágico. Se perfila en el comienzo el tema de la estafa ya planteado en Las calandrias griegas. Continúa con la crítica a este país cansado y pueblerino en el que aparecen algunos profetas de otro tiempo y otro mundo.

Galmés murió a los 53 años, peleando con la vida y la escritura. Había trabajado mucho en soledad, con el eco mínimo que un intelectual de su valía podía tener en los años del golpe de Estado. La lectura de La siesta del burro/ Sosías confirma que no merece el olvido.

LA SIESTA DEL BURRO/ SOSÍAS, de Héctor Galmés. Banda Oriental, Montevideo, 2006. Distribuye Gussi. 117 págs.

Los libros

NARRATIVA

Necrocosmos (1971)

Las calandrias griegas (1977)

La noche del día menos pensado (cuentos, 1981)

Final en borrador (1985)

La siesta del burro. Sosías (2006)

ENSAYO

Introducción a las literaturas griega y latina (1974)

Presentación y notas a Correspondencia familiar e íntima de Eduardo Acevedo Díaz (1979)

TRADUCCIONES

Fausto de Wolfgang Goethe (con notas) (1972)

Werther de Wolfgang Goethe (con notas) (1977)

La metamorfosis de Franz Kafka (1975).

Material de referencia

Albistur, Jorge: "Un tranvía lleno de historias", en La Semana de El Día, 23/11/1985.

Brando, Oscar: "Galmés, la perfección inconclusa", en El País Cultural, 21/11/2003.

Cipriani, Carlos: "Vida de Héctor Galmés (1933-1986). Una suite magistral", en El País Cultural, 20/9/1991.

Estramil, Mercedes: "La obra de Héctor Galmés. Los frutos del insomnio", en El País Cultural, 6/5/1994.

Estrázulas, Enrique: "El adiós a un gran narrador", en La Semana de El Día, 1/2/1986.

Gandolfo, Elvio E.: "La página blanca de los años 50", en Jaque, 16/1/1986.

Mántaras, Graciela: "Once veces Galmés", en Opinar, 22/10/1981.

Idem: "Héctor Galmés: un narrador cabal", en Brecha, 21/2/1986.

de Mattos, Tomás: Prólogo a Las calandrias griegas, Banda Oriental, 1984.

Mondragón, Juan Carlos y Raviolo, Heber: "Voces para recordar a Héctor Galmés", en La Hora Cultural, 12/9/1987.

Paternain, Alejandro: "Una parábola de lo irrealizable", en El Día 21/1/1978.

Idem: Prólogo a La noche del día menos pensado, Banda Oriental, 1981.

Penco, Wilfredo: "Once relatos de Héctor Galmés. Un mundo inquietante y el salto vital", en Correo de los viernes, 25/9/1981.

Idem: "Otra vez las calandrias griegas. Una metáfora imposible", en Correo de los viernes, 11/5/1984.

Peyrou, Rosario: "El poder de la imaginación", en La Democracia, 7/5/1982.

Idem: "Héctor Galmés: un narrador fundamental", en La Democracia, 14/2/1986.

Ramírez, Mercedes: "Un festín para el lector", en Brecha, 20/12/1985.

Raviolo, Héctor: prólogo a Necrocosmos, Banda Oriental, 1986.

Idem: "Héctor Galmés o la paradójica invención del imperfecto cuentistas", en Revista Iberoamericana, Jul.-Dic. 1992. Nº 160-161.

Idem: prólogo a El cuento romano y otros cuentos, Banda oriental, 1998.

Rodríguez Barilari: "Todo Galmés", en El País, Suplemento de Artes y Letras, 21/12/1985.

Somers, Armonía: Diez relatos y un epílogo. Fundación de Cultura Universitaria, 1979.

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