La tragedia de Antígona
Para entender la tragedia de Antígona es necesario conocer la historia de su familia. Esta fue contada por Sófocles, uno de los dramaturgos más importantes del siglo V antes de Cristo, en sus tragedias Edipo Rey y Antígona.
(Personajes: Layo: Rey de Tebas, esposo de Yocasta y padre de Edipo. // Yocasta: mujer de Layo, madre y esposa de Edipo. //Edipo: hijo y esposo de Yocasta y padre y hermano de Antígona, Ismena, Etéocles y Polínice —hijos y, a la vez, hermanos de Edipo—. // Creón: hermano de Yocasta. // Hemón: hijo de Creón y prometido de Antígona.)
Cuando Layo reina en Tebas, el oráculo le vaticina que un hijo suyo le dará muerte, se casará con su mujer y tendrá con ella hijos que serán a la vez sus hermanos. Ante tan fatídicos augurios, Layo decide mandar a matar a su hijo, Edipo, recién nacido. Su mujer, Yocasta se lo entrega a un pastor para que se encargue de esa tarea; sin embargo, éste tiene piedad del niño y se lo da a su vez a un pastor de otro reino, quien lo entrega a sus patrones —los reyes de la ciudad de Corinto—, quienes no pueden tener hijos y crían a éste como suyo.
Ya adulto, Edipo se entera por el oráculo de su destino fatal y huye lo más lejos posible de quienes creía sus verdaderos padres... En su huida, en un cruce de caminos, participa en una disputa con una caravana, que concluye con la muerte de todos sus ocupantes, entre los que se encuentra Layo, su padre verdadero. Cuando Edipo llega a Tebas se encuentra con una ciudad abatida por la miseria.
La felicidad dura poco y la fatalidad regresa a la ciudad. El pueblo acude a pedir ayuda a su rey, quien consulta nuevamente al oráculo: éste le indica que la miseria no abandonará Tebas hasta que se expulse de la ciudad al asesino de Layo. Edipo jura a su pueblo encontrar al culpable y, en su empeño por lograrlo, descubre la fatal realidad. Horrorizada por el descubrimiento, su madre y esposa, Yocasta se ahorca en la habitación. Ante tanta desolación y convencido de que la muerte no es suficiente para expiar su culpa, Edipo se arranca los ojos con los broches de oro del vestido de su mujer. Por su parte, Antígona se mantiene fiel al padre y lo acompaña hasta el exilio, única solución para devolver la paz a Tebas. Edipo muere solo y lejos de sus hijos.
La tragedia de Antígona no termina allí: su historia es la de sus hermanos. Al quedarse Tebas sin su rey, los dos hijos varones de Edipo deben gobernar. Para ello han decidido repartirse esta tarea y ejercer el mando un año cada uno. Sin embargo, llegado el momento del traspaso, Etéocles se niega a cedérselo a Polínice. Esto desata la rabia de su hermano, quien arma un ejercito para recuperar el trono. La disputa concluye con la muerte de ambos hermanos en una de las puertas de la ciudad.
Creón, hermano de Yocasta y sucesor en el trono de los difuntos, dicta la orden de no dar sepultura a Polínice, a quien considera un traidor, y de enterrar con honores a Etéocles. Quien incumpla esta orden será castigado con la pena de muerte. Antígona, fiel a su deber fraterno, se rebela contra esta ley y, en medio de la noche, acude a sepultar a su hermano. Los guardias que vigilaban el cadáver la descubren, y ella se deja apresar sin resistencia. Cuando Creón comprueba que la prisionera es su sobrina y prometida de su hijo, le ofrece salvarla de su condena: matará a los guardias que la apresaron para que nadie sepa de su acción. Antígona rechaza la oferta: en cuanto esté libre volverá junto al cuerpo de su hermano y le dará sepultura. Su rebeldía contra las leyes del hombre y su obediencia a las del amor le suponen a Antígona una condena a muerte.
Hemón —su prometido— sigue los pasos de su amada hasta las catacumbas donde será enterrada viva; sin embargo, no llega a tiempo: Antígona ha decidido colgarse antes que morir de hambre. Él no resiste tanto dolor y se suicida también. Creón llega demasiado tarde para evitar la desgracia: los dos cuerpos están ya sin vida.
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