Cuando "ser" algo se vuelve peligroso. Blas Torillo
Tomé la imagen de Jack Skellington del sitio solar.physics.montana.edu.
Desde hace más o menos dos años he escuchado y leído cosas acerca de los emos, como cuando era niño escuchaba acerca de los hippies, o cuando joven de los punk y otros grupos más.En realidad he aprendido a vivir con gente que se ha asumido como parte de un grupo o de otro, y a respetar lo que piensan, independientemente de que lo comparta o no.Musulmanes, judíos, cristianos de todo tipo, ateos, jóvenes, viejos, mujeres, hombres, heterosexuales, homosexuales, bisexuales, urbanos, campesinos, ricos, pobres, altos, bajos, gordos, flacos, feos, bonitos, americanistas, chivas, pumas, darketos, punks, skateros, fresas, nacos, defeños (habitantes de la ciudad de México nacidos ahí), chilangos (habitantes de la ciudad de México no nacidos ahí), tapatíos, poblanos, jarochos, regios, norteños, sureños, venezolanos, mexicanos, colombianos, españoles, gringos, reggaetoneros, poperos, chavos banda, niños de la calle, migrantes, pochos, prostitutas, mecánicos, ingenieros, filósofos, escritores, desescolarizados, realistas, minimalistas, barrocos, góticos, conservadores, reformadores, revolucionarios, yuppies, rasteros, panistas, perredistas, priístas, verdes, de izquierda, de derecha, de centro, rogerianos, freudianos, científicos, místicos, teatreros, superficiales, profundos, negros, morenos, blancos, rosas, amarillos... y los que se acumulen.
Nuestras diferencias tienen que ver con nuestra manera de ver el mundo y cómo pensamos que podría ser uno mejor. Para nosotros en lo individual o para la sociedad completa. Pero lo que nos hace distintos, es precisamente lo que nos iguala: queremos que en la vida las cosas sean como nos gustaría que fueran.Así que nos inculcan, aprendemos o decidimos "ser" esto o aquello, en función de nuestra edad, nuestra formación y comprensión de lo que pasa alrededor y de lo que nos hace sentir mejor, sea esto mejor para los demás o no.Las cosas se complican un poco cuando nos damos cuenta de que en realidad necesitamos pertenecer. No se trata de una claudicación de nuestra autonomía relativa ni de nuestra dignidad personal, sino de una necesidad profunda: queremos ser parte de algo, un grupo, una religión, un partido político, un equipo de fútbol o de sus seguidores. Distinguirnos de los demás por alguna razón, válida o no, profunda o no, racional o no, y esta distinción nos acerca a los que pensamos iguales.Esto se ve claramente en un estadio deportivo, pero también en la lista de amigos en el chat, en la escuela a la que asistimos y ahí, en la gente con la que nos llevamos, el tipo de espectáculos a los que asistimos, el templo en el que oramos, la ropa que vestimos, el modo en el que hablamos.Queremos distinguirnos y por lo mismo buscamos integrarnos.
Las razones psicológicas y sociológicas exceden este mini espacio de reflexión, pero ahí están y creo que comprendo algunas.Pero hay un momento en que "ser" algo se vuelve peligroso. Lo vivieron los judíos en Alemania, pero también en Israel en tiempos actuales; lo vivieron los indígenas en la Nueva España, pero lo siguen viviendo en su, nuestro México; lo vivieron los cristianos, los musulmanes y los ateos, pero lo viven ahora los monjes en el Tíbet, lo han vivido los revolucionarios de cualquier signo, y lo viven los conservadores también.
Al tema se le añaden características cuando los que quieren distinguirse son jóvenes, igual que los de antes los de ahora, porque buscan un espacio propio, un lugar que les pertenezca, cuando hay cada vez menos lugares disponibles... y buscan.Y encuentran y eso se vuelve su refugio contra la incomprensión de los adultos (ustedes adultos y yo), contra lo establecido, contra lo común, lo restrictivo, lo que los limita.Grupos de jóvenes hay muchos en nuestros días, unos más antiguos que otros, otros más grandes que otros, unos más definidos que otros y algunos que son más cerrados que otros. Como siempre.Pero también como siempre, hay quienes se arrogan la posesión de la verdad verdadera y cualquiera que no comparta su opinión al respecto y sobre el contenido de esa verdad serán por lo menos descalificados.Por decir lo menos, porque en el peor de los casos, serán excluidos, maltratados, heridos o asesinados.
Y esto es lo que está pasando con los emos. Hace poco más de una semana salió una nota sobre esto, después apareció otra y hoy se publica una más, o reacciones a contraatacar, aunque también hay algunos llamados a la racionalidad en los diarios o en algún blog.
Estas manifestaciones de intolerancia me recuerdan a las no muy antiguas y lamentablemente no desaparecidas contra los chilangos (refiriéndose a todos los habitantes de la ciudad de México, sin distingos), o contra los poblanos o contra los tapatíos o los regios. También a los gritos de las hordas pumas o anti pumas, americanistas o anti americanistas, chivas o anti chivas... y desde luego a los nazis, a los realistas (en el México de hace más de dos siglos), la santa (?) inquisición, a los militares estadounidenses en Irak y Afganistan, a Bush, a Chávez, a Uribe, a Pinochet, a Videla, a Díaz (Porfirio y Gustavo), y muchos más.
La intolerancia a maneras diferentes de ver el mundo es origen de muchos muertos y heridos, de muchas familias rotas y esperanzas tiradas a la basura, de muchas dignidades pisoteadas y al final en parte, de muchas de las cosas que nos hace inconformarnos hoy de lo que pasa en el mundo.Voltaire sintetizó la lucha de millones de personas: No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de decirlo.¿Qué hacemos? Pues de entrada empezar a cambiar nuestra "tolerancia" de contentillo, por el respeto que queremos nos tengan los demás.
Hemos malbaratado el significado de tolerancia y ahora nos decimos así porque soportamos a los negros, a los viejos, a los homosexuales: Tienes derecho a ser (eso), pero no me importunes, no te me acerques. Sélo pero allá, lejitos, donde no te vea y no contamines "mi" espacio, no incomodes mi calma, no alteres "mi" bien común ni intranquilices mi conciencia.Eso no es tolerancia. Es segregación diplomática, es discriminación simbólica, es altanería sofisticada.Respeto es lo que pido. Y ese respeto implica necesariamente la aceptación de que el otro no sólo tiene derecho a pensar distinto, sino al hecho de que piensa distinto. Y eso hace que su manera de enfrentar la vida, su manera de concebirla, su manera de resolverla es diferente de la nuestra.Pero el respeto no anula el diálogo. Es necesario también, para poder vivir juntos, que podamos dialogar esas, nuestras maneras distintas de vivir. Y entonces también pido lo otro: diálogo.Finalmente, creo profundamente que todos buscamos la felicidad, cualquier cosa que entendamos por ello (aún la contradicción de algunos emos, de ser felices siendo más tristes). Y que la felicidad debe pasar por el acuerdo. Podemos dialogar mucho, mostrándonos todo el respeto posible, pero si no llegamos a un acuerdo, no importará. Seguiremos solos, luchando solos, buscando solos y muriendo solos.Respeto, diálogo y acuerdo. Sé que es muy difícil. Sé que muchos lo han intentado y no han podido. Sé que la historia es la historia de muchos fracasos al respecto. Pero eso no me quitará de intentarlo.
Emos. Veamos en ellos a personas completas que piensan de una forma particular, quizá no muy bien definida, como tantas otras, actuales y antiguas, de adultos o de niños, pero que merecen respeto y por lo tanto la posibilidad de comprensión, diálogo y acuerdo.
Blas Torillo.
Gracias, amigo... espero que mis alumnos lean lo que escribiste, pienso lo mismo que vos..
Irene
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2 comentarios:
Hola Irene.
Gracias por citarme. Hasta me siento importante... je.
Y sí. Ojalá tus alumnos y más gente todavía, pudiera leer, pero más vivirlo.
Un beso.
Hola Irene...
Pues sólo vine a dejarte un abrazo por el año que comienza.
Ojalá que todo sea mejor de lo que esperas y si no, que por lo menos sea lo que esperas.
Un beso. Un abrazo. Una sonrisa.
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